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martes, 12 de febrero de 2013

Mohamed Ali: el rebelde más locuaz



.- Siempre dijo mucho más con sus ocurrencias y provocaciones que con sus puños. Lo hizo todo a su manera, empezando por el boxeo, y terminó como el «más grande de todos los tiempos» incluso más allá del cuadrilátero.
  
El arranque de la leyenda de Mohamed Ali —que como dicen los americanos tanto ha cautivado su imaginación— es atribuido a una especie de providencia callejera. Con doce años, le robaron una bicicleta en su natal Louisville, Kentucky. Y con su precocidad deslenguada, le contó a un policía blanco de su barrio negro el deseo de liarse a guantazos en cuanto descubriera al ladrón. Joe Martin, un oficial que también entrenaba a jóvenes boxeadores en un gimnasio local, le paró los pies diciéndole algo así como: «Está bien pero será mejor que aprendas a luchar antes de retar a nadie».

            Con sus casi dos metros de cuerpo perfecto, reflejos y puños letales, y personalidad avasalladora, Ali resultó imparable como boxeador amateur hasta hacerse con un puesto en el equipo de Estados Unidos destinado a competir en los Juegos Olímpicos de 1960 en Roma. Allí ganó, a los 18 años, todos sus combates y su correspondiente medalla de oro. Premio que de vuelta a casa supuestamente arrojó en frustración al cauce del río Ohio en Louisville tras serle negada la entrada en un restaurante sólo para blancos y una trifulca con un grupo de moteros racistas.

domingo, 10 de febrero de 2013

Wall Street: La calle del dinero


.- La historia de una pequeña calle de Manhattan convertida en sinónimo de especulación, símbolo financiero y punto de encuentro para osos y toros.

Esta metáfora perfecta del capitalismo llamada Wall Street mide bastante poco para los estándares americanos. Menos de una milla (1,6 kilómetros) entre Broadway y el río East, enclaustrada en buena parte por los rascacielos que conforman el distrito financiero  al sur de la ciudad de Nueva York. Su nombre se remonta a los tiempos de la modesta colonia que los holandeses establecieron en el siglo XVII con ayuda de uno de los más legendarios «pelotazos» en la historia de los negocios inmobiliarios: la compra de toda la isla de Manhattan a los nativos por el equivalente a 24 dólares.

            Situados en el lado perdedor de la hegemonía anglosajona en esa parte del mundo, los colonos holandeses levantaron en torno a 1653, una empalizada para protegerse ante posibles ataques de los indios, los vecinos del norte o directamente Gran Bretaña. La precaria defensa de madera nunca pasó por la prueba de fuego de una batalla hasta que los ingleses terminaron por derribarla en 1699. Como recuerdo, al lugar le quedó el nombre un tanto exagerado de Wall Street, la Calle del Muro.

sábado, 9 de febrero de 2013

El Apollo de Harlem: música para la libertad


.- Cualquiera de las formas de la cultura popular americana están vinculadas con este teatro, ya sea por su carácter pionero o por su excelencia.

En el reparto de atribuciones que la mitología clásica asignó a cada unos de los miembros de su panteón de dioses, la música le tocó al polifacético Apolo, celebrado también por sus dotes proféticas. Y aunque desde Delfos hasta Harlem hay un buen trecho de historia, el teatro Apollo de la calle 125 —entre las Avenidas Séptima y Octava de Nueva York— sirve desde hace casi un siglo como indiscutible oráculo de la música negra en Estados Unidos. Fue el escaparate donde artistas afro-americanos, entonces ciudadanos de segunda en la calle, demostraban su excelencia casi desde el mismo momento en que abrían la boca, empezaban a moverse o hacían sonar las primeras notas.

            Al igual que otros escenarios míticos —el Despacho Oval, por ejemplo— el Apollo tiende a defraudar por cuestiones de tamaño y apariencia. Pero su leyenda suple con creces cualquier carencia. Construido en 1914 en un estilo neo-clásico, fue dedicado originalmente a espectáculos muy ligeros, tanto en contenidos como en ropa. Y aunque Harlem era ya una barriada notoriamente negra en Nueva York, el establecimiento permanecía estrictamente segregado. No se permitía el acceso de ningún negro, ni en calidad de espectador ni tampoco como estrella.

viernes, 8 de febrero de 2013

Tabasco: La pasión por el picante

Se dice que los efectos del picante simulan el estar muy, muy enamorado. Mejillas sonrojadas, pulso acelerado, transpiración, lágrimas descontroladas, endorfinas campando por sus respetos, además de una adictiva mezcla de dolor deseado y efecto analgésico. El imperio de la capsaicina -el principio activo de los chiles picantes- abarca desde México a Tailandia pasando por la India. Con cada vez más seguidores y dinero en juego, todo este peregrinaje en búsqueda de la exhuberancia irracional en el paladar no puede ignorar una isla en las costas de Luisiana, a unos 225 kilómetros al oeste de Nueva Orleáns.

            La isla de Avery es la nave nodriza de la salsa picante más vendida en todo el mundo: el Tabasco. En su característica botellita de dos onzas, proporciona el equivalente a 720 gotas de alegría de vivir que en Estados Unidos es repartida con bastante generosidad a todas horas. Desde los huevos revueltos del desayuno al "meat loaf" de la cena o incluso los restos del pavo del día de acción de gracias, pasando por festivos combinados como el "Bloody Mary".

jueves, 7 de febrero de 2013

Los “jeans”: cuestión de estilo

.- La saga de unos pantalones de faena que terminaron por convertirse en la más reconocible aportación de EE.UU. al mundo globalizado de la moda.

Al poco de bajarse del barco que en 1847 le trajo desde Alemania hasta su tierra prometida, el inmigrante judío Loeb Strauss hizo dos cosas: empezó a ejercer la profesión familiar de vendedor ambulante y simplificó su nombre haciéndose llamar Levi. Por las calles de Nueva York, el joven de 18 años deambulaba ofreciendo telas, agujas, tijeras, botones, peines, libros, zapatos y hasta cazuelas. Un inventario condicionado no tanto por sus habilidades comerciales sino por el peso que fuera capaz de acarrear en dos grandes sacos.

            Después de tres años de tienda peripatética, dos hermanos de Levi Strauss consiguieron establecer en Manhattan una pequeña empresa de venta al por mayor. Sin embargo, el joven contagiado de la ambiciosa movilidad americana quería algo más. Primero se fue a Kentucky pero rápidamente decidió establecerse en California ante las fabulosas oportunidades de negocio planteadas por la locura del oro.