AMBICIONES (12-II-2013)
El quinto discurso sobre el estado de la Unión de Obama: Inmigración, armas, cambio climático y, sobre todo, la economía.
La noche más grande del parlamentarismo en Estados Unidos empezó hace más de doscientos años con un genérico mandato constitucional. Al presidente se le atribuyó la obligación periódica «de proporcionar al Congreso informes sobre el estado de la Unión, recomendando a su consideración las medidas que estime necesarias y oportunas».
Una buena parte de los ocupantes de la Casa Blanca –siguiendo la pauta de Thomas Jefferson mucho más inclinado a escribir que a la oratoria– optaron por remitir a la colina del Capitolio mensajes con periodicidad más o menos anual. Aunque en la génesis de la moderna presidencia de Estados Unidos, fue Woodrow Wilson el que restauró en 1913 la práctica inicial de George Washington con un discurso ante una sesión conjunta del Senado y la Cámara de Representantes.
Con Reagan, y su sensibilidad cinematográfica, el «State of the Union Address» terminó por convertirse en una superproducción política. La oportunidad perfecta para dominar la conversación nacional, plantear prioridades de gobierno y avanzar criterios presupuestarios. Sin reparos a la hora de utilizar golpes de efecto retóricos y visuales, como el uso de simbólicos invitados en la grada junto a la primera dama. Mientras que la oposición intenta promocionar a sus líderes más prometedores, como este año harán los republicanos con la réplica del senador Marco Rubio de Florida.
Este martes, Barack Obama pronunciará su quinto discurso anual dominado por las ansiedades económicas de Estados Unidos. En la alocución (de madrugada en España), el presidente empezará a detallar la ambiciosa agenda de su segundo mandato. Con planes anticipados para una reforma de inmigración, restricciones al acceso a las armas, reducción de arsenales nucleares y lucha contra el cambio climático. Aunque la cuestión clave será otra vez la elusiva recuperación de la economía americana, la creación de empleo y el insostenible déficit federal.
LO MÁS DIFÍCIL (22-I-2013)
A partir de ahora, Barack Obama se enfrenta a la querencia institucional de segundos mandatos presidenciales fracasados.
Desde que la Enmienda 22 limitó los mandatos en la Casa Blanca a un máximo de dos, una gran ironía parece haberse adueñado de la presidencia de Estados Unidos. Es cierto que para ser un gran líder hay que superar el reto básico de la reelección pero también es cierto que esos «four more years» vienen acompañados de una querencia hacia el fracaso. W. Bush cayó en picado a partir de Katrina. Clinton se enfrentó al escándalo de la becaria. Nixon no pudo terminar por culpa de Watergate, sin olvidar la malograda presidencia de Johnson por Vietnam. Toda una inquietante lista que incluye a Reagan y el Irán-Contra.
Esta proclividad hacia el fiasco es trazada incluso hasta el pionero George Washington, que en su segundo periodo se enfrentó a una sobredosis de disputas y revueltas. Incluso en la plusmarca de cuatro mandatos de Franklin Delano Roosevelt, se considera que el segundo fue el peor. Tras su reelección, Ulysses Grant, el general responsable de la victoria del norte en la Guerra de Secesión, sufrió un aluvión de escándalos que terminaron por arruinar su heroica fama. El lastre de Wilson fue no lograr la ratificación del Tratado de Versalles y entrar en la Liga de Naciones.
Para explicar estos fiascos, se cita la tentación natural a bajar la guardia, cambios masivos en equipos de gobierno y el hecho de que los mejores planes no resisten ni cinco segundos para lidiar con lo más difícil. Frente a esta especie de determinismo malvado, Obama ha dejado saber que su inspiración va a ser Dwight Eisenhower, con muchas ganas de no aceptar ningún «status quo».
Los tiempos que maneja la democracia en América son verdaderamente peculiares. Dos años para una campaña presidencial; casi tres meses entre elecciones y toma de posesión; y un gusto por teatrales pulsos entre Legislativo y Ejecutivo que se prolongan hasta el último segundo posible. Todas esas circunstancias de calendario político se concentran ahora en Washington para evitar el llamado “abismo fiscal” que llegará con la caída de la bola en Times Square, rito neoyorquino que desde hace un siglo marca la entrada del año nuevo en Estados Unidos.
EL FRACASO DE LA POLÍTICA (31-XII-2012)
Sin un acuerdo fiscal a la vista, «sequestration» se convierte en la palabra más repetida y temida en Estados Unidos.
Los tiempos que maneja la democracia en América son verdaderamente peculiares. Dos años para una campaña presidencial; casi tres meses entre elecciones y toma de posesión; y un gusto por teatrales pulsos entre Legislativo y Ejecutivo que se prolongan hasta el último segundo posible. Todas esas circunstancias de calendario político se concentran ahora en Washington para evitar el llamado “abismo fiscal” que llegará con la caída de la bola en Times Square, rito neoyorquino que desde hace un siglo marca la entrada del año nuevo en Estados Unidos.
Sin un acuerdo a la vista entre la Casa Blanca y los republicanos que controlan la Cámara de Representantes, todo apunta a un estrepitoso fracaso de la política. A cambio de elevar el nivel de endeudamiento permitido al gobierno federal, Obama y los líderes del Congreso acordaron formar un «supercomité» para establecer un plan de ajuste fiscal. Cuando el superlativo comité no pudo forjar un consenso bipartidista, en 2011 se legisló un paquete de recortes presupuestarios automáticos y brutales, conocido como «sequestration» (secuestro, confiscación, cancelación).
La palabreja más repetida y temida en Estados Unidos supone aplicar una motosierra a los presupuestos federales por valor de 1,2 billones de dólares durante los próximos nueve años, sin diferenciar mucho entre las partidas favoritas de republicanos o demócratas. Y de propina, en el nuevo año expiran los recortes de impuestos acumulados por la Administración Bush. El previsible resultado: más recesión, más paro y menos dinero público para casi todo, desde defensa a sanidad.
Se suponía que el indiscriminado dolor en este ajuste de relojería debería haber sido un efectivo aliciente para llegar a un acuerdo en Washington. Sin embargo, los conservadores no quieren subir impuestos y los demócratas rechazan cambios dramáticos para ahorrar en programas sociales. Y de esta forma es muy, muy difícil encontrar 1,2 billones de dólares para nochevieja.
CONTANDO MUERTOS (31-I-2013)
¿Quién fue peor, Stalin, Hitler o Mao? Un bibliotecario de Estados Unidos se convierte en todo un fenómeno editorial con sus cálculos.
Matthew White es un bibliotecario de Richmond, Virginia. Le obsesionan tanto los números como la historia. Y lo que empezó en Internet hace quince años como un intento de cuantificar el sufrimiento humano se ha convertido en un llamativo fenómeno editorial, tanto en inglés como en español, sobre cómo la historia se escribe con ayuda de muchos muertos.
En 956 páginas deprimentes pero respaldadas por académicos de prestigio, White hace un esfuerzo enciclopédico por establecer cifras generalmente elusivas. Algunas son relativamente conocidas como los 1,67 millones de víctimas atribuidas a los Jemeres Rojos en Camboya. Sin embargo, otras tienen bastante de misterio arqueológico a pesar de su espeluznante magnitud, como la rebelión en la China del siglo VIII del general An Lushan con 13 millones de muertos.
Para sus body counts, White se ha centrado en conflictos con un núcleo de violencia. No le interesan catástrofes naturales o económicas. Y su básica metodología consiste en reunir todos los estimados disponibles, eliminar el más alto y el más bajo, y calcular una media. Aunque en cuestiones de «atrociología», él mismo reconoce que hay una tendencia a pecar por exceso, sobre todo cuando existen debates políticos abiertos sobre comparativas del mal.
De acuerdo a esta clasificación, el capítulo más horrible de la humanidad sería la Segunda Guerra Mundial (con 66 millones de muertos, incluidas las víctimas del Holocausto). Empatados con 40 millones de muertos aparecen inmediatamente después Gengis Kan y Mao. El sexto lugar es para el régimen homicida de Stalin, con 20 millones de víctimas mortales. Mientras que la guerra civil española aparece en el puesto número 88 con 440.000 muertos.
A juicio de este peculiar especialista en baños de sangre, el caos tiende a ser bastante más mortífero que la tiranía. Con el agravante de que una y otra vez el mundo fracasa a la hora de prevenir calamidades colectivas. Como dijo Thomas Hobbes, «el infierno es la verdad vista demasiado tarde».
CON PLOMO Y PÓLVORA (19-XII-2012)
A las afueras de Washington, en el condado de Fairfax (Virginia), se encuentra la sede de la Asociación Nacional del Rifle (conocida por sus siglas en inglés N.R.A.) Las instalaciones de este grupo de presión, entre los más sofisticados y efectivos en el ecosistema americano de los «lobbies», cuentan con su propia galería de tiro y un museo que narra la historia de Estados Unidos desde el punto de vista del plomo y la pólvora.
Sus imponentes salas están ocupadas por una apabullante colección de «obras maestras» firmadas por Colt, Remington, Smith & Wesson, Winchester, Browning, Thompson o Garand. Aunque quizá la mejor forma de ilustrar la cultura de las armas en Estados Unidos sea uno de los recuerdos a la venta en la tienda de la entrada. Se trata de una típica pegatina para llevar en el parachoques del coche y que traducida al español dice: «No se trata de pistolas, se trata de libertad».
Este ha sido el combustible del éxito logrado por la Asociación Nacional del Rifle en su defensa de una industria multimillonaria amparada por la Segunda Enmienda de la Constitución («Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas»). Dentro de la mitología, cultura e ideales de cada país, estamos hablando de una tradición mucho más sensible a los derechos individuales que a los colectivos, que defiende a toda costa la autonomía personal y la esfera de lo privado.
En esencia, la N.R.A. no hace más que actualizar el viejo gancho comercial de que «Dios creó a los hombres pero Samuel Colt los hizo iguales». El problema es que el precio de esa libertad absoluta –como en el caso de la matanza escolar de Connecticut– es obscenamente alto a pesar de que Estados Unidos haya demostrado, una y otra vez, su disposición a pagarlo.
¿POR QUÉ FRACASAN LOS PAÍSES (11-XII-2013)
En búsqueda de explicaciones, literalmente a través de todo el mundo, su diagnóstico se centra en la responsabilidad de líderes avariciosos y que se equivocan de forma deliberada. Ante débiles instituciones políticas y económicas –que operan bajo la máxima de que todo vale– no hay disuasión efectiva contra los que roban desde el poder. Esos países tienden a canalizar su comprometida productividad hacia élites parasitarias, disuadiendo méritos, inversiones e innovación.
Históricamente, las instituciones «extractivas» al servicio de gobernantes corruptos han sido la norma. En contraste, las instituciones «inclusivas» respetan derechos individuales, ofrecen seguridad jurídica e implican a los ciudadanos en su prosperidad. Aquellos países dominados por este tipo de gobiernos son los que han generado mayor riqueza. Por eso, los autores no se creen el «milagro» de China bajo un régimen comunista fundamentalmente «extractivo».
Pese a haber servido abundante munición intelectual, este libro de «porqués» no entra en la actual situación de Europa. Aunque una segunda parte podría muy bien argumentar que en algún momento durante los últimos veinte años, los poderes económicos y políticos en el Viejo Continente se ha comportado de forma un poco más «extractiva» que «inclusiva».
HISTORIAS PARA TENER EN CUENTA (4-XII-2012)
* La distensión comercial entre India y Pakistán.
* Brasil, la sexta economía del mundo, se convierte en destino de inmigración.
* Los nativos del Ártico, los primeros interesados en explotar sus inmensos recursos naturales.
* Posibilidad de erradicar la dracunculosis. Enfermedad devastadora y parasitaria causada por el llamado gusano de Guinea.
* La tecnología para «imprimir» objetos en tres dimensiones y la consiguiente batalla sobre propiedad intelectual.
* La India pierde su liderazgo en la industria de los servicios telefónicos de atención al cliente ante la competencia de Filipinas, Brasil, México, Vietnam y el Este de Europa.
* Pekín, además de los problemas con su vecindario, también acumula cada vez mayores tensiones con la población de Hong Kong.
* La «compra» de Chipre por parte de capitales rusos.
* Petróleo, la última pesadilla para África central.
* Irán y los Emiratos Árabes Unidos han renovado su disputa por la isla de Abu Musa y otros dos islotes en el Golfo Pérsico. Un enfrentamiento nada simbólico ya que esos territorios se encuentran junto al masivo depósito petrolífero de Mubarek y en mitad del estratégico estrecho de Ormuz.
A Ronald Reagan se le atribuye la epifanía de que los votantes hispanos en Estados Unidos eran republicanos, aunque muchos de ellos no lo supieran. Han pasado tres décadas desde aquella sensibilidad para intentar acomodar a cuantos más mejor bajo la carpa del conservadurismo americano pero los resultados del 6 de noviembre han servido para corroborar el grave problema que el Partido Republicano y sus candidatos presidenciales tienen con ese bloque electoral tan dinámico como decisivo.
LA CUESTIÓN HISPANA (13-XI-2012)
Obama, según las «exit polls» o encuestas a pie de urna, ganó casi un 70 % del electorado hispano, mejorando sus resultados de 2008. En contraste, los votantes hispanos de Romney retrocedieron un 17 % con respecto al 44 % que logró sumar George W. Bush en 2004. Con la particularidad de que los hispanos ya representan un 10 % de todos los votantes de EE.UU.
Una mala noche la tiene cualquiera, pero las perspectivas –en una política tan obsesionada con los números como la de USA– no anticipan nada bueno para los republicanos. El electorado americano está compuesto por un 28 % de «no-blancos», el doble que hace dos décadas. Y esa proporción no va a hacer más que aumentar. La gran barricada de los hispanos es la maternidad como demuestra el hecho de que el año pasado, los nacimientos de «no-blancos» superaron por primera vez a los de los blancos.
Ante el mapa electoral dibujado el pasado martes, no resulta muy arriesgado formular un par de predicciones para los próximos cuatro años en Washington. Se han multiplicado las posibilidades de una reforma de inmigración con suficiente respaldo bipartidista. Y se ha abierto el camino para que un hispano forme parte del «ticket» presidencial republicano para el 2016.
LA POLÍTICA DESPUÉS DEL KATRINA (30-X-2012)
Al día siguiente, tras un mes de vacaciones en su rancho de Texas, el presidente Bush se presentó en la base naval de Coronado, California, para pronunciar un discurso a favor de la invasión de Irak, aprovechando el aniversario del definitivo final de la Segunda Guerra Mundial. Tras su intervención, George W. Bush recibió una guitarra con el sello presidencial que le regaló un cantante de “country” llamado Mark Wills.
La inoportuna foto del ocupante del despacho oval, tocando su nueva guitarra acústica mientras Nueva Orleáns se ahogaba, hizo un daño irreparable para Bush, cuyo gobierno había podido ofrecer una cierta imagen de eficacia tras el 11-S al tener que lidiar con una emergencia concentrada en el bajo Manhattan. Sin embargo, Katrina le otorgó una reputación de negligente inutilidad todavía ilustrada este verano con su ausencia en la convención nacional del Partido Republicano que nominó a Mitt Romney.
La gente, cuando contempla un barco sobre una casa, se cree que un desastre natural como el anunciado huracán Sandy es algo que distorsiona grotescamente la realidad. Sin embargo, en términos políticos, no es más que una lupa de aumenta todo aquello que funciona y no funciona, empezando por la Casa Blanca.
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